[…] pretendo
loar en aquesta loa
una cosa bien humilde,
aunque á muchos enfadosa.
Esta, con vuestra licencia,
señores, será la mosca,
cuyo sujeto es tan alto
cuanto mi alabanza es corta.
Empiezo por su valor,
por su antigüedad notoria,
sus franquezas, libertades,
y prosapia generosa.
Celébrese su nobleza
desde París hasta Roma,
y desde el Tajo hasta el Bactro
su grandeza se conozca.
Desde el rústico gañán
que se calza abarcas toscas,
al príncipe más supremo
que ciñe regia corona.
¿Qué casas o qué palacios
de reinas y señoras,
qué antecámaras ocultas,
qué damas las más hermosas,
qué templos o qué mezquitas,
qué anchas naves o real audiencia,
qué saraos, fiestas o bodas,
qué tabernas, qué hospital,
hay en España hasta Etiopia
que la mosca no visite
y entre libremente en todas?
¿Quién le ha negado jamás
el paso franco a la mosca?:
¿en qué lugar no se sienta,
de qué hermosura no goza?
¿De qué dama más bizarra
con más arandela y pompa,
los hermosísimos labios
no besa alegre y gozosa?
Y no contenta con esto,
suele bajar de la boca
hasta los hermosos pechos
y aun lo más oculto toca.
¿A cuántos su libertad
no enciende en rabia celosa,
viéndola libre y exenta
gozar lo que ellos adoran?
¿En qué consejo no se halla,
qué consulta hay que se esconda
de su vista peregrina
o qué secretos pregona?
Ella oye, ve y calla,
no se precia de habladora,
no dice lo que no sabe,
es discreta, no es chismosa.
En el teatro se asienta
a ver la farsa dos horas,
sin pagar blanca a la entrada
ni hacer caso del que cobra.
Si quiere ver todo el mundo,
no ha menester llevar bolsa,
que ella come donde quiere
y todos le hacen la costa.
Los príncipes la acompañan,
duques y marqueses la honran
llevándola adonde van
junto a s sus mismas personas.
[…]
Goza de todas la frutas,
comiendo las más gustosas;
es amiga del buen pan,
del buen vino y buenas olla.
Del turrón y mermeladas,
de arrope, miel y meloja,
de tortadas, manjar blanco,
y de nada, nada escota.
En Salamanca, en París,
en Alcalá y en Bolonia,
tiene cursos, y en escuelas
se sienta a do se le antoja.
[…]
Es hidalga, es bien nacida
y natural de Moscovia,
ciudad en Mosquea antigua
y muy noble antes de ahora.
Para ella no hay engaños,
bebedizos no la ahogan,
los tormentos no la matan,
la justicia no la enoja
[…]
En su aposento ve al rey
y al mazapán o la torta,
la trucha, el pavo, el faisán
que el pajo en sus manos toma,
para llevarlo a la mesa,
antes que el rey dello goza,
que porque le hagan la salva
la dejan de todo coma.
Ella ha de beber primero,
y en aquella misma copa
que bebiere el santo Papa;
¡mosca mil veces dichosa!
[…]
Quien tanta nobleza tiene,
a quien tantas partes honran,
tantas grandezas competen
e inmensas gracias adornan;
digna es de más alabanza,
de eterna fama memoria
y que otra lengua la alabe,
que la mía queda corta.
Suplícoos nos honréis
nuestro trabajo* dos horas,
y si alguno no lo hiciere,
murmure y hable en buen hora,
que un moscón está en el patio,
marido de nuestra mosca
que, si fuere a decir mal,
se le meterá en la boca.
Y se le caerá en el plato
cuando algún guisado coma,
y si durmiere la siesta,
le dará tanta congoja,
que busque donde jugar,
y pierda hacienda y persona
y venga las manos puestas
a pedir misericordia.
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